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22 de Mayo de 2019 | 10:43
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¿Cómo podemos saber si estamos listos para emprender?


A pesar de que la filosofía positiva que impera en nuestra sociedad, de tinte eminentemente capitalista, nos dice que el ideal de vida que nos llevará al éxito económico y social es el emprendimiento, hay que aceptar una realidad que a muchas personas les cuesta asumir: no todo el mundo puede emprender ni está listo para hacerlo.

Eso no significa que no emprender suponga fracasar de manera equivalente y unívoca. Una persona puede realizarse tanto en sus labores de empleado o empleada, si la empresa para la que trabaja comulga con sus ideas y sus tareas son creativas y no solo mecánicas. También es posible sentirse a gusto realizándose como individuo en proyectos no remunerados ajenos al trabajo.

La trampa de la filosofía positiva es que ha sido creada como una farsa para vender y producir. Sí, crear un negocio es un camino positivo, pero es un error seguir ese sendero movidos solo por una falsa idea de proactividad luminosa y pueril.

Crear una empresa, gestionarla, desarrollarla, consolidarla, es un trabajo, y no siempre será agradable. Si estamos convencidos de que eso es lo que queremos hacer, si sabemos que tenemos recursos para rodearnos de compañeros de trabajo a la altura, si somos conscientes de que podemos navegar en un sector en el que nos podemos diferenciar, entonces adelante. Pero he aquí el primer mandamiento de los emprendedores: tenemos que saber cuándo y en qué momento podemos emprender y si realmente somos capaces de hacerlo.

¿Hace falta ser un prototipo de persona concreto para emprender? No siempre. Cada ámbito de trabajo, cada objetivo, requiere de una tipología de personalidad, y no necesariamente los emprendedores son clones unos de otros, al igual que no existe solo una manera de crear una empresa.

Simplemente tenemos que encontrar la estructura de trabajo y de consolidación empresarial que mejor se adapte a nuestra capacidad de trabajo y a nuestras aptitudes más destacadas, al igual que aquella que mejor mantenga lejos nuestros defectos y debilidades. Porque los tendremos y debemos saber ser autocríticos para identificarlos. Somos humanos.

Sin embargo, emprender requiere una serie de actitudes, con c, y acabamos de nombrar la primera: la autocrítica. La segunda bien puede ser la perseverancia, pues, sin ella, y sin la motivación que hace falta para mantenerla viva, nos sentiremos tentados a tirar la toalla. Crear un negocio es avanzar, pero también es tropezar.

Es posible que una persona a la que hemos contratado y que rinde muy bien tome la decisión de dejar la empresa, o puede que en algun momento cometamos un error de cálculo y desperdiciemos créditos rápidos en una inversión que al final no ha merecido la pena ni ha dado frutos. Es duro, pero hemos de tener entereza suficiente para saber levantarnos y aprender de nuestros errores.

¿Son estas actitudes algo propio de una serie de elegidos destinados a destacar sobre una masa de pobres mortales? En absoluto. Son habilidades, y resulta que todas las habilidades se pueden aprender. Requieren tiempo, paciencia, construcción de carácter y autoconocimiento constante del momento en el que nos encontramos, pero cualquiera puede hacerlo.

Al fin y al cabo, todos tenemos el mismo cerebro. Pero he aquí la parte realista, el prisma con el que debemos mirar todas nuestras potenciales decisiones: no todo el mundo consigue desarrollar esas actitudes, y por lo tanto, no todo el mundo está listo para ser emprendedor. En cierto modo es una decisión, consciente o no.

Por lo tanto, debemos aceptar ciertas situaciones que, alterables o no, el caso es que existen. Para empezar, emprender no es una obligación por mucho prestigio social que revista a ese término.

Hacerlo conlleva estar realmente ilusionados por un proyecto, tener la chispa de intuición positiva que nos llevará a afrontar el trabajo pesado que supondrá. Si creamos una empresa movidos solos por la idea de hacerlo porque es nuestra obligación, porque es la única manera de ascender, estaremos destinados al fracaso. Hay que tener visión, y esa visión, con una buena planificación, será la que traiga resultados.

Por último, no hay que olvidar la cuestión económica. Hoy en día se pueden solicitar la ayuda de entidades bancarias, de subvenciones públicas o de un comparador de préstamos online, pero emprender es una inversión. Si no estamos listos para llevarla a cabo, tal vez deberíamos no necesariamente rendirnos, pero sí esperar, como ya hemos dicho antes, al momento adecuado.

La moraleja de esta historia es que la realización personal como trabajadores y productores puede obtenerse de muchas maneras distintas.

Crear una empresa, asumir el papel de líderes, inventar, crear, destacar y competir es solo una de esas maneras. ¿Acaso los empleados del emprendedor que se suman a su proyecto porque les interesa se realizan menos? Deberíamos revisar los parámetros capitalistas del panorama empresarial actual y reinventarlos.