El impacto social de salvaescaleras en Madrid
Quien viva en Madrid o sencillamente haya ido de vacaciones, como mínimo, una semana, sabrá que es una ciudad muy estimulante y entretenida, sí, pero también agobiante. Viven de media seis millones de personas en ella y es algo que se nota en el centro neurálgico y en las horas punta, cuando parece que no cabe un alfiler en las plazas, en las avenidas y en los metros. También, en los grandes centros comerciales o en los hipermercados, que a menudo disponen de ascensores para facilitar el tránsito de personas. El problema de los ascensores es la concepción social de que todo el mundo tiene derecho prioritario a ellos, cuando, en realidad, son las personas en silla de ruedas o las personas mayores con bastón las que deberían utilizarlos en primer lugar.
Son estos conflictos los que, en parte, han popularizado el uso de salvaescaleras en Madrid y, en general, en todo el país, si bien son medios de desplazamiento para gente con movilidad reducida que se han asociado demasiado al ámbito doméstico. En otras palabras, no es precisamente en las áreas públicas, como las arriba mencionadas, donde solemos verlas, ya que en ellas son los señalados ascensores los que se instalan de manera genérica y obligatoria. Las sillas salvaescaleras han conquistado, más bien, los edificios de viviendas, especialmente las entradas comunitarias, y por supuesto las casas individuales de al menos dos plantas. Por ese motivo, muchas personas siguen sin ser conscientes de su importancia trascendental a la hora de facilitar la accesibilidad de muchas personas.
Ya de entrada, vemos fácilmente la diferencia fundamental entre las salvaescaleras y los ascensores: las primeras solo las utilizan las personas que realmente no pueden usar escaleras. En el caso de los ascensores, ya lo hemos señalado, debería ser así en ciertos aspectos o, como mínimo, se debería desarrollar la conciencia empática colectiva de que una persona que utiliza silla de ruedas, y que lógicamente no puede utilizar las escaleras, debe subir en él en primer lugar. No suele ser así. Por lo tanto, las sillas en cuestión deberían ser tenidas en cuenta también en el ámbito de lo público.