Howswho
24 de Enero de 2022 | 15:13
Pastelerías

Los deliciosos y necesarios productos de pastelería

Vamos a reconocerlo: por mucho que nos esforcemos en cuidar nuestra dieta, en tener cuidado con el azúcar y los dulces que consumimos, cada vez que andamos por la calle y pasamos frente a una pastelería industrial de Madrid, con todo aquel colorido de tartas y pasteles adornando normalmente los escaparates, nuestras firmes intenciones flaquean. Pero cabría preguntarse lo siguiente: ¿es eso malo? Cuidar nuestra nutrición no debería implicar indefectiblemente renunciar para siempre a algo que nos encanta, como es el dulce en general. De hecho, es positivo para nosotros que, de vez en cuando, nos demos un capricho.

Primero, porque la salud mental, y por extensión el buen estado de ánimo, es esencial, y solo mantendremos buenos niveles del mismo si nos permitimos el lujo de disfrutar a veces de aquello que nos hace felices sin limitarnos por consecuencias que, al final, no son tantas, no si llevamos un control. De hecho, no es prudente que obviemos el profundo desgaste emocional que ha supuesto para nosotros, y para todo el mundo en general, la pandemia del coronavirus, que ya tiene cerca de dos años de vida. Algo tan simple como disfrutar dos o tres veces al mes de los ricos productos de una fábrica de pastelería nos ayudará a soportar mejor esta situación mientras dure.

Sin olvidarnos, claro está, de las épocas sociales más tradicionales, como la Navidad. Llevamos ya también dos Navidades, por así decirlo, «pasadas por pandemia», con limitaciones de toda clase, incertidumbre y miedo por culpa de la variante ómicron en las últimas fiestas, y en general angustia y tristeza por la situación. Sin embargo, lo hemos sobrellevado y hemos disfrutado de la Navidad como buenamente hemos podido, y eso ha sido en parte gracias a los turrones, a los mazapanes, a las galletas de jengibre y, primero y ante todo, a los roscones de Reyes.

La pastelería, sea industrial, sea artesanal, sea de Madrid o sea de cualquier rincón del país, nos ilusiona tanto como a los niños. Renunciar a aquellas cosas que nos causan felicidad y una profunda satisfacción sería, cuanto menos, un error.